El contrabando en el País Vasco
por
M. Clément Hapet
Miembro del Consejo de Distrito de Bayona (1897)

La industria del contrabando francés en España floreció en otro tiempo en nuestra frontera. Los vascos se han distinguido siempre por su coraje, su sangre fría y su habilidad y las proezas de los Arkaitza, Emparan, Artola y tantos otros célebres contrabandistas se han hecho famosas a ambos lados del Bidasoa.
La industria del contrabando se ejerce de tres formas en nuestro territorio: por tierra, por agua, de gran día.

Contrabando por tierra
El contrabando por tierra está cuajado de toda suerte de peligros. Las tropas de contrabandistas se componen generalmente de diez a doce hombres, todos ellos jóvenes de entre 20 y 25 años, con nervios de acero. Situados en fila india, y precedidos por guías que conocen a fondo los mínimos detalles del terreno, caminan silenciosamente aprovechando las noches más oscuras, y recorren grandes distancias por los senderos más escarpados de la montaña con su carga a la espalda. Al menor signo de encuentro, los guías dan la voz de alarma. En ocasiones una emboscada les espera en el sendero y una oleada de proyectiles de los aduaneros silban alrededor de los expedicionaios. Es un puesto de carabineros situado gracias a una denuncia.
Los porteadores no responden. En un santiamén desaparecen en la montaña con sus cargas, para reencontrarse lejos de allí en un lugar acordado. Para cuando los carabineros intentan perseguirlos, ya no hay contrabandistas.
El contrabandista vasco es pacífico. Jamás ataca a los aduaneros. Pero, ¡ay del aduanero si persigue al contrabandista y se le enfrenta! Se produce un cuerpo a cuerpo terrible y el aduanero cae mortalmente herido.

Contrabando por agua
Las expediciones por vía acuática son siempre peligrosas. Normalmente, se realizan en canoas planas como un pez sobre las aguas del Bidasoa. La noche es sombría. En poco tiempo las embarcaciones llegan a buen puerto y depositan su carga en buenas manos. Sin embargo, a veces les acoge una descarga que parte de la ribera vecina. Son los carabineros desempeñando su labor.
En el río, guardado por embarcaciones de aduaneros, no existe la posibilidad de esconderse. Los expedicionarios sorprendidos deben abandonar frecuentemente su carga. Nadie en Hendaya ha olvidado la divertida historia de los treinta barriles de vino espirituoso abandonados en el Bidasoa que fueron conducidos triunfalmente a la aduana y que, una vez examinados, resultaron contener... agua pura. No hubo forma de consolar al capitán.

Contrabando de gran día
Los vascos están dispuestos a pagar derechos por un artículo comercial que importen, pero no comprenden que el Estado grabe con tasas exorbitantes los vestidos y objetos de aseo de uso personal. En las provincias vascas las familias más honorables, las más afortunadas consideran un deber cruzar la frontera y vestirse con las artículos de confección que les envían desde París. Y es un espectáculo curioso ver frecuentemente en Hendaya a grupos de elegantes damas y bellas señoritas que llegan por la mañana con flores en el cabello y que regresan con magníficos sombreros. Es un medio simple, práctico, inofensivo, de esquivar la ley de aduanas. En efecto, nada prohíbe vestirse con un traje soberbio y un sombrero florido.
No hace mucho, una gran familia de San Sebastián encargó con motivo de una boda tres trajes completos en París. El montante a pagar en la aduana habría ascendido a más de 4.000 francos. La prometida y sus amigas íntimas no dudaron un instante. Fueron a pasar el día en Hendaya en un carruaje tirado por cuatro caballos y volvieron al atardecer revestidas con sus magníficos atuendos nuevos. Cuando el carruaje se detuvo en la aduana, el agente no pudo por menos que exclamar: "¡Pero todo esto, señoras, es absolutamente nuevo! -¡Oh!¡Lo más nuevo que hemos encontrado! Repusieron riendo las bellas viajeras. ¿No querrá usted que después de haber encontrado todas estas cosas maravillosas en Hendaya volviéramos con nuestros trajes pasados de moda? –Es justo, señoras, respondió el agente, apesadumbrado por dejar escapar una cuenta de 4.000 francos; ¡Pasen, señoras, están en su derecho!"

Contrabandistas notables
Entre los contrabandistas marítimos hay que citar a Arkaitza, muerto en pleno río por una bala de los aduaneros, y al no menos célebre Joaquín. Este último, sorprendido en el río con un cargamento de café y custodiado en su barco por un carabinero armado hasta los dientes, saltó de improviso sobre su guardián, lo desarmó, lo arrojó al río y recuperó su cargamento que valía más de 10.000 francos.
Durante la última guerra carlista tuvo lugar cerca de nuestra frontera un verdadero combate entre un grupo de contrabandistas navarros que escoltaban un convoy de café y cacao, y un puesto de carabineros comandados por un sargento. El sargento en cuestión había recibido 20 onzas de oro por dejar pasar el convoy. Pero en un momento dado, en un lugar desierto y con la idea de aumentar su prima, ordenó una descarga de fuego sobre el convoy. Los contrabandistas irritados por este acto de deslealtad, se enfrentaron con los asaltantes usando armas blancas. Una hora después se encontraron sobre el cadáver del sargento las 20 onzas de oro en una bolsa de seda verde.

¿Es el contrabando un delito?
El contrabando no es sino un delito de convención, que no supone en sí mismo nada inmoral. Sólo las leyes fiscales lo hacen punible.Foto: Kepa González (Diapolan)
Para los vascos el contrabando es una acción inocente y natural, tanto más natural por cuanto las fronteras no son generalmente más que límites ficticios que separan un país de otro, y que frecuentemente el establecimiento de sus límites no es más que una aplicación del pretendido derecho del más fuerte.
Un obispo, consultado por un contrabandista escrupuloso, respondió que el pecado de contrabando no existe. La religión no reprueba más que la corrupción en el momento de guardar la frontera. Fuera del caso de corrupción, no hay pecado.

Fraternidad y solidaridad de los vascos
El sentimiento del país natal, de sus montañas, prevalece entre los vascos por encima de cualquier otro.
A ambos lados del Bidasoa los vascos no forman sino una y la misma familia. Sus recuerdos, sus costumbres, sus necesidades, sus intereses son comunes.
Cuando se trata de ayudarse, tienen un mismo corazón, una misma alma, un mismo pensamiento. Son capaces de cualquier sacrificio.
Jamás se podrá convencer a un vasco de que no tiene todo el derecho de intentar sustraer los artículos de primera necesidad del pago de tasas que consideran injustas.
En una palabra, no conocen más que las reglas de la moral y los preceptos religiosos. Sólo sientetn el deber de observar aquellas reglas y estos preceptos.

Conclusión
Soy librecambista.
No puedo admitir que después de haber inventado el telégrafo, el teléfono, las vías férreas, nos encerremos en nuestras casas como en prisiones.
No puedo admitir que después de haber cantado las excelencias de la expansión industrial, la fraternidad de los pueblos, elevemos sobre nuestras fronteras barreras aduaneras altas como montañas.
El progreso, la civilización no consisten en rodearse de una infranqueable muralla, en separar mediante oficinas de aduana a pueblos que se aman, que mantienen transacciones muy activas y que forman, como en los Pirineos, una sola y la misma familia.

"La Tradition au Pays Basque: Ethnographie - Folk-Lore - Art populaire - Histoire - Hagiographie" Elkar Argitaletxea-1982